La ruta de las cuevas y los seres de piedra: Descubriendo los secretos de la roca.

La Pedriza es un paraje mágico e intrigante, cuyos enigmas no solo se deben a las sinuosas rutas y a los secretos ocultos entre sus rocas y cuevas. Su reputación se forjó en la época de los bandidos y en las leyendas que todavía hoy habitan en sus recovecos, pero también en la misteriosa forma de muchas de sus piedras. Allí, la imaginación humana ha visto formas de animales que cobran vida a nuestros ojos, como elefantes, caracoles, pájaros, focas, o incluso cocodrilos. En La Pedriza, la fantasía se mezcla con la realidad, creando una atmósfera única que no se parece a ningún otro lugar en el mundo.


La ruta comienza en el Tranco, un punto de partida común para muchas excursiones en la Pedriza.
Hoy es una ruta especial por varios motivos, y me emociona compartir esta experiencia con amigos que hasta ahora solo conocía en línea. Pasaros por el blog de mis amigos Explorando Rincones compañeros en el día de hoy.

Salimos por el lateral de Casa Julián y, tras subir entre rocas y un estrecho callejón, giramos hacia el este. Cruzamos las últimas fincas del pueblo hasta llegar a la pradera del Tamboril.


Luego seguimos en la misma dirección y pasamos el arroyo del Canto del Tamboril, con el Risco del Indio y el Risco de la Fuente ante nosotros (que visitaremos más tarde). Abandonamos el sendero principal y giramos hacia el norte, manteniendo los riscos a nuestra derecha. Al principio, el camino es claro, pero se vuelve más difícil a medida que subimos.


Es recomendable pegarse a la roca en este último tramo, hasta llegar a un altiplano con un hermoso mirador. 





Con el pueblo a nuestras espaldas, vemos los riscos que albergan la cueva del Diente o del Dragón, una cavidad bastante grande. 


Como curiosidad, una enorme laja de granito parece estar suspendida entre otras en su parte superior, asemejando un diente de dragón (usando la imaginación).
Podemos caminar por su interior, y algunos valientes la atraviesan por la parte superior. Nosotros no tenemos suficiente habilidad para esa tarea, por lo que nos contentamos con verla desde adentro.

Abandonamos este bonito lugar para volver por la misma senda que hemos subido hasta llegar al risco del Indio, famoso por sus vías de escalada y que en la actualidad se encuentra regulado para preservar la época de cría de una pareja de buitres que hay en su parte superior.


Al lado tenemos el Alcornoque del Bandolero, un ejemplo impresionante de la resiliencia y la capacidad de adaptación de la naturaleza. Los árboles son seres vivos extremadamente resistentes y capaces de sobrevivir en condiciones difíciles. El alcornoque es una especie particularmente resistente y puede vivir hasta 500 años o más en condiciones adecuadas.
La forma en que sus raíces se han ensartado en la roca es una estrategia de supervivencia para obtener nutrientes y agua en condiciones de sequía o suelo escaso. Es un ejemplo de la forma en que la naturaleza puede adaptarse y encontrar soluciones para sobrevivir en condiciones adversas.


También tenemos ahí mismo la Cueva del Bandolero. Cuenta la leyenda que el infame bandido de La Pedriza, Pablo Santos, también conocido como el Bandido de la Pedriza, encontró refugio entre sus ramas y lo utilizó para ocultar los tesoros saqueados en el siglo XIX, época en la que los bandoleros como Luis Candelas y Paco el Sastre gozaban de gran renombre.


Tras abandonar la pequeña cueva del Bandolero, continuamos nuestra travesía hacia el este, adentrándonos en una de las tres zonas en las que esta dividida la Pedriza, la modesta y próxima al pueblo y al Collado de la Cueva, el Alcornocal, (por la que estamos transitando en este primer tramo de la ruta); la imponente Pedriza anterior, donde la majestuosidad del Yelmo (1717 m) y el embrujo del Risco de los Fantasmas (1729 m) dominan el horizonte entre el Collado de la Cueva y el Arroyo de la Dehesilla; y la deslumbrante Pedriza posterior, que cautiva con sus sobrecogedoras Torres de la Pedriza (2.029 m) y su circo sin glaciar, extendiéndose desde el Arroyo de la Dehesilla hasta La Cuerda Larga.


Llegamos al collado del Alcornocal y seguimos la Senda de la Rinconada, utilizamos un atroche entre unas rocas para ganar algún metro a la ruta de hoy, si más contratiempo llegamos al collado de la cueva, en el que nos desviamos dirección O para ir en busca de la Cueva del Ave María.


La "Cueva" del Ave María es en realidad una cavidad formada por el deslizamiento de bloques de granito. Se dice que gritar "¡Ave María!" en su interior obtiene la respuesta "¡Gratia Plena!", pero no hemos logrado comprobarlo. Para llegar a la cueva, se debe hacer una trepada fácil ya que está bastante escondida. Además, un manantial brota en la profundidad de una oquedad un poco más arriba de la cueva, aunque nunca he logrado verlo, queda pendiente para otra ocasión.


Avanzamos nuevamente por la Senda de la Rinconada (PR1) o Senda Maeso y continuamos ascendiendo. En pocos minutos, nos topamos con una de las rocas más fotografiadas de la zona, conocida como el Caracol.
Un poco más adelante, a la izquierda, se encuentra otra formación curiosa llamada el Candelabro.


Siguiendo nuestro camino por la senda, llegamos a uno de los riscos más interesantes de la ruta, el risco del Ofertorio y el de las Mozas. En este lugar, los jóvenes acostumbraban a pedir deseos y dejar pequeñas piedras como ofrenda.


Una vez superado el risco, llegamos al extremo oriental de La Gran Cañada, una amplia pradera que se extiende por alrededor de un kilómetro y se sitúa por debajo de la pradera del Yelmo.


Recorremos la pradera hasta llegar a su extremo occidental, pasando por el Collado de La Pedriza. Luego giramos hacia el NO y transitamos por el interior de la Vaguada de las Cerradillas.


Pronto llegamos a los Cinco Cestos y a sus placas aledañas en la que encontramos a varios escaladores . Continuamos subiendo por la estrecha vaguada con la compañía del arroyo siempre a nuestra izquierda.


Finalmente, llegamos a un rellano entre dos canchales y, giramos hacia la izquierda, divisamos la silueta de uno de los riscos más representativos de la Pedriza: El Elefantito.


No es el único elefante pétreo que habita la Pedriza, al menos este autor conoce dos más.
Al lado del paquidermo granítico tenemos otra curiosidad más, el Centinela del elefantito.

A partir de aquí comienza la parte más aventurera de la ruta, donde se requerirá trepar, reptar y restregarse en pasos angostos. Si no se está dispuesto a hacerlo, es recomendable dar media vuelta.


Tras pasar por un pequeño pasadizo en una roca al norte, se llega a una pradera al lado del Tablero y se sube por un roquedo. Después de caminar por un caos de piedras y pequeños jardines, se llega a un punto donde se puede optar por continuar por un estrecho pasillo o subir por la placa de la izquierda. Se recomienda subir por la placa siempre y cuando la roca esté seca, y se sabrá que se va por el camino correcto si se llega a un pequeño pasadizo entre unas rocas al final de la placa.


Al llegar a una pequeña pradera, se avistará a la izquierda y hacia el norte la Cueva de las Brujas, para acceder a ella es necesario ir pegados a la izquierda y hacer una pequeña trepada.


Llegamos a la Cueva de la Bruja, una gran cavidad abierta al sur, donde el grupo disfrutó de un almuerzo relajado acompañado de animada conversación.


Salimos de la cueva por un hueco en la parte alta y llegamos a una bonita pradera donde se encuentra el vivac del Bizcocho, esperando que estos refugios montaraces perduren para protegernos en situaciones complicadas o para ofrecernos una plácida noche montañera.


Continuamos al norte por unos pocos metros, giramos al este y llegamos a la Muralla China, donde se pueden ver numerosas vías de escalada y disfrutar de vistas fabulosas del embalse y de Manzanares el Real desde su final.


Desde aquí partiremos en busca de la pradera del Yelmo, desde donde podremos admirar la imponente cara sur de esta emblemática montaña, una de las grandes paredes de escalada de La Pedriza.


A continuación, nos dirigiremos hacia el hueco de las hoces, pero no con el propósito de descender por allí, sino para aproximarnos al Cancho de las pilas y a su hermano, el Cancho de las pilillas.


Desde este fabuloso mirador podremos contemplar el hueco de las hoces, el pan de kilo, la torre Valentina y, por supuesto, el Yelmo entre otros.


Si tenéis la oportunidad, no dejéis de disfrutar de un atardecer desde este lugar, es algo que sin duda quedará grabado en vuestra memoria.


Las pilas o pilancones que se observan en este cancho y en otras zonas de la Pedriza son cavidades erosionadas que acumulan agua de lluvia y forman parte de las microformas del granito. La génesis de estas pilas suele estar relacionada con la disolución y la erosión mecánica de la roca, que se favorece por la capacidad que tienen de retener agua.


Incluso contamos con un vehículo increíblemente resistente, capaz de durar miles de años y que funciona como si fuera nuevo.


Tras nuestra exploración por el Cancho de las Pilas, nos detendremos en otra de las maravillas que atesora la zona: la Lagunilla estacional del Yelmo.


La Lagunilla del Yelmo, un tesoro escondido, acoge el agua que la lluvia y la nieve le brindan, pero se despide de ella lentamente al llegar el calor.


Estas circunstancias la convierten en un lugar único que bien merece una visita, siempre y cuando se tenga en cuenta el calendario de expediciones para evitar la tristeza de encontrarla vacía.



La lagunilla, se encuentra custodiada por el Risco de la Lagunilla y el Cancho de la Lagunilla lo que hace que el entorno sea aun más espectacular.


En su extremo final, se asoma un pequeño mirador hacia el Hueco de las Hoces, un rincón que merece la pena descubrir.


Antes de llegar al mirador, me detuve un momento para admirar una curiosidad geológica en una de las paredes: los tafonis.

Fotografía cortesia del Blog "Explorando Rincones"

Estas estructuras de origen natural se forman en rocas sedimentarias, ígneas y metamórficas debido a la erosión química y mecánica. Son pequeñas cavidades u hoyos en la superficie de la roca, a menudo con formas redondeadas u ovaladas y pueden estar conectadas por canales o grietas. Los tafonis se forman cuando los minerales en la roca son disueltos y transportados por el agua y otros agentes erosivos.


Dejamos atrás aquel lugar tan bello y nos encaminamos hacia el collado de la encina, desde donde tomaremos la senda de bajada que nos llevará de vuelta a la gran cañada. En el camino, nos adentramos por la senda de las Carboneras, que nos conduce rápidamente hasta el vivac del cachalote.

Este se encuentra instalado en el hueco de una gran roca que parece en un precario equilibrio, lo que hace temer tener que pasar la noche ahí dentro. A unos metros más arriba, se puede divisar la curiosa piedra caballera, conocida como la Barra de Pan.



Llegamos a una pradera, donde divisamos otro vivac. La senda ahora gira hacia el sur, avistamos el impresionante mirador del Tranco, que ofrece espectaculares vistas del pintoresco pueblo de Manzanares el Real.


Continuando nuestra ruta en dirección oeste, llegamos en pocos metros al callejón por el que iniciamos nuestro recorrido, dando por finalizada una experiencia maravillosa.


¡Espero que hayáis disfrutado tanto como yo!



IBP=                                           87
Distancia Total:           11,300 Km.
Desn.  subida:                    819 m.
Desn.  bajada:                    819 m.
Altura máxima:               1.576 m.
Altura mínima:                  965 m.
Tiempo total:                 7:46:30 h.
Dificultad:                            Dificil.   
   






En la animación 3D si pulsaís en "Pausa" podréis girar en angulo de la cámara y en opciones podrás eliminar el giro automatico y así poder elegir el mejor angulo para visualizar la ruta.

Track de la ruta. GPX 

Comentarios

  1. Muchas gracias por compartir la ruta con tantos detalles y la posibilidad de seguirla con nuestros GPS favoritos. Esperando nuevas escapadas.

    Un saludo

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