Robledal de Horcajuelos - Carro del diablo - Rascafría

Los más viejos del lugar aún le dicen el camino de la Reina, señal de que por aquí pasó alguna, quizá Isabel la Católica, fémina la más inquieta y andariega que hubo en España antes de que naciese santa Teresa. Ello no significa que fuese regio, en el sentido de magnífico; antes al contrario, fue siempre de herradura y su única ventaja era que reducía al mínimo la distancia entre Rascafría y La Granja, de ahí que hasta 1927, en que se abrió la carretera por Cotos y Navacerrada, fuese el más usado para ir de uno a otro pueblo, por más que hubiese que sortear a media jornada el puerto del Reventón, cuyo nombre rima con el exabrupto que mejor lo define.



En busca del camino de la Reina, de los Horcajuelos o del Reventón -que de las tres formas se conoce-, salimos de Rascafría subiendo por la cuesta del Chorrillo, entre las escuelas y el polideportivo, y nos colamos a través de una portilla peatonal en un praderío donde las yeguadas pacen sobre el telón de fondo de Peñalara y la cartuja de El Paular.


Gocemos de la vista, porque al llegar al poste señalizador número 9, tras pasar una nueva cancela, vamos a zambullirnos en un robledo espeso y opaco como una cámara acorazada.


Este de los Horcajuelos es un soberbio bosque de roble melojo o rebollo (Quercus pyrenaica), el árbol más castizo de nuestra sierra y el más boyante hasta que sufrió el expolio de los carboneros, ganaderos y promotores inmobiliarios.


A lo largo del mismo podremos disfrutar de magníficas vistas sobre el valle del Lozoya y en particular del monasterio de El Paular, enmarcados por las alturas del macizo de Peñalara y la Cuerda Larga.


Y realmente cuesta entender que, en nombre de los usos tradicionales, se siga en muchos pueblos explotando (y comercializando) su leña, cuando ya los métodos son otros -motosierra y tractor en vez de hacha y borriquilla- y las chimeneas sirven para lo mismo que una tele durante la siesta.


Tras una hora y media de subida, salimos del robledal por una tercera portilla para alcanzar al poco una nítida encrucijada. Aquí abandonamos el camino señalizado, que continúa ascendiendo en fatigoso zigzag hacia el puerto del Reventón, y tomamos a la derecha por una pista horizontal que pasa enseguida junto a una superposición de rocas que unos llaman la Tortuga -en verdad lo parece- y otros, más aficionados a las leyendas, El Carro del Diablo.


La leyenda transcurre durante el final de la construcción en el siglo XV de la Catedral de Segovia, tarea que se encomendó a Juan Guas, renombrado arquitecto y escultor toledano de origen flamenco. Este se comprometió a terminar la obra en un tiempo determinado.

Pero el tiempo pasaba y llegaba la fecha límite, más las torres de la catedral no alcanzaban la altura deseada.

Tanto renegaba el maestro de obras de su suerte que se le apareció el mismo Satán engatusándolo con lograr la finalización del edificio a cambio de la posesión de su alma. Aceptado el trato, la obra progresó a ritmo endiablado (nunca mejor dicho) hasta que, próxima ya la finalización de la misma mucho antes de verse cumplido el plazo, el constructor, ahora seguro de sí y de su éxito, rompió el pacto diabólico. En venganza, el diablo convirtió en piedra el último de los carros que portaban piedra hacia la obra dejándolo así definitivamente anclado en la ladera del Reventón, mientras que la Catedral terminó con una de sus torres algo menor que la otra.


Cualquiera que conozca la Catedral de Segovia (La Dama de las catedrales, por su elegancia) alegará que solo tiene una torre, esbelta y altísima. Cierto, porque resulta que Juan Guas trabajó en la antigua catedral desaparecida hace siglos.

Ahora seguimos por una pista en muy buenas condiciones y con una pendiente bastante más cómoda, atravesaremos varios arroyos y alguna que otra fuente.


Tenemos unas preciosas vistas del valle del Lozoya con la niebla al fondo.


Llegamos a una torre de vigilancia y a pocos metros de ella al mirador Calderuelas, donde pararemos a almorzar.


Continuamos el suave descenso por la pista y teniendo en frente el valle del Lozoya.


También al hacer los giros que hace la pista tendremos unas inmejorables vistas del Peñalara.


...Y de la cuerda larga.


Llegamos a otro de los puntos interesantes de la ruta, la visita aun viejo habitante del valle del Lozoya, el Rebollo de la Mata del Pañuelo


Este ejemplar de rebollo (Quercus pyrenaica) se encuentra en un estado de conservación malo. Numerosas ramas secas y pudriciones. El tronco está hueco. Ha perdido ramas con el transcurso del tiempo. Altura: 15 metros. Diámetro de copa: 11 metros. Perímetro del tronco: 4,55 metros. Edad aproximada: 345 años.

Retrocedemos unos metros la pista (si se quiere se puede seguir por la pista, al final van a parar al mismo sitio) para coger un pequeño sendero (son los que más me gustan) e introducirnos de nuevo en el robledal.

También nos llama la atención un enorme pino que se ha hecho un hueco en medo del tupido robledal.


Como siempre unas fotos de mis queridas setas.


Estamos en los últimos días del Otoño y eso se nota.


Salimos de nuevo a la pista que nos conducirá de nuevo al pueblo de Rascafría, donde comenzamos la ruta, dándola por terminada.


Espero que os guste.

DATOS DE LA RUTA:
IBP=69
Distancia Total :  13.78 Km.
Desn.  subida :   504 m.
Desn.  bajada :   504 m.
Altura máxima :  1.678 m.
Altura mínima :   1.165 m.
Tiempo total :     5:36:22h 
Dificultad:           Moderada.

PERFIL DE LA RUTA:





Fuente:
https://elpais.com/diario/2002/07/19/madrid/1027077880_850215.html
http://mtogetafe.blogspot.com/2012/07/el-carro-del-diablo.html

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